Profesa
El nombre es poco evocativo visualmente. La tienda se ubica en el rubro de negocios dedicada al comercio de productos fotográficos y electrónicos, no hay manera más básica para contarlo.
Su recordación es casi negativa en el mercado publicitario. Dejando de lado percepciones, Profesa es un indicador esencial para los fotógrafos peruanos, desde la década de los años 80. En cierto sentido, un punctum en nuestro medio ambiente fotográfico.
Mi tarjeta de memoria, cuenta que si eras estudiante de fotografía (en la era pre-digital, pre-touch pre de todo lo que venga en el futuro) necesitabas tener tus rollos, sin ellos no hacías nada. Mejor si eran varios y para conseguirlos el lugar sin vuelta que darle, esta tienda en la avenida Petit Thouars.
Podías escogerlos de color o blanco y negro, para mayor calidad estaban los slides, casi un equivalente al raw de hoy día. Y a diferencia de las exposiciones ego-mediáticas del presente, si sobrexponías o subexponías la película lo más probable era que arruinaras tu trabajo.
Para hacer realidad este post me acerqué a Fernando Yague, alma y motor de Profesa.
Películas, papeles Ilford, cámaras, filtros, trípodes…. Si lo tuyo era el romance con el cuarto oscuro y el laboratorio pues era ese el lugar donde debías ir. Desde una ampliadora hasta las pinzas, bandeja y el relojito que necesitabas para no perder precisión en la oscuridad. Esto y un montón más de cosas raras encontrabas allí.
Fui clienta de Profesa durante los primeros años de la década del noventa, tiempos espantosamente químicos. Hacer fotografía era una ilusión . Semana a semana corría tras la compra de cargas de película Tri X. Soñaba con trabajar en prensa y publicar mis fotos. Confieso que era poco empeñosa en el laboratorio, salvo el mágico momento en que la imagen se revelaba bella y fantasmal en la bandeja , aceleraba la respiración.
Para el resto, no le tenía mucha paciencia a ese espacio de sombras y soledades.
Hacer contactos no era agregarte a tu lista de amigos virtual , sino la hoja donde aparecían mis fotos pequeñitas y era un disfrute remarcarlos y ampliarlos. Mis contactos los hacia en esta tienda siempre.
Por ese entonces, la quiebra empresarial de la Eastman Kodak era un imposible en nuestro imaginario y no existían escuelas de fotografía, centros ni periferias de imagen. Salvo la escuelita que dirigía Percy precisamente en el modernísimo edificio Kodak, en Santa Catalina. Prácticamente no había donde más aprender a hacer clik tras click.
Sé que a algunas personas, les cuesta entender mi gusto por encontrar estos espacios sobrevivientes al tiempo, ni yo lo tengo muy claro.
Aquí, en su tienda, parece que no cambió nada, comento tontamente. (He llegado a Profesa un medio día del aún soleado otoño limeño.)
Fernando sonríe, no es difícil adivinar su respuesta.
Sobre las repisas y tras vitrinas, contemplo emocionada aquellos carretes hoy bastante alejados de mi memoria y compruebo que un instante es decisivo para viajar en el tiempo.
“Lo cierto es que tratamos de adecuarnos a las novedades que la tecnología impone. Adquirí dos scanners que no me funcionaron bien, luego llegaron las impresoras pero mantenerlas era también una historia complicada, los cartuchos de tinta se agotaban algunas veces más rápido que los clientes. -Fernando no pierde la sonrisa, mientras nos pone al día en sus avatares- La verdad es que se volvió muy complicado y opté por tercerizar estos servicios.”
Lo entiendo, el desarrollo de la fotografía digital casi ha sobrepasado la velocidad de la luz, la lectura de cualquier manual sobre producción de imágenes en el siglo XXI podría tomar un amarillento color.
“Efectivamente, todo fue muy rápido, me dice Fernando. La fotografía ahora, es como un fast food de la comida, aplicado a la era digital.
El proceso de generación de emociones, a partir de la creación de imágenes durante el siglo pasado presentaba una línea de tiempo más larga. Ahora, no puedo asegurarte si era más o menos bueno esto, simplemente es así.
Mantengo el servicio de laboratorio, pero la carga de trabajo es mucho menor. Felizmente, en las escuelas de fotografía todavía se enseña esta práctica y tengo una clientela activa que proviene de allí.
Ayer vino un jovencito a quien su abuelo acababa de regalarle una cámara de formato medio, llegó entusiasmado a comprar su primera película.”
Tan amable y paciente la atención que nos brinda Fernando, ofrece soluciones y comparte empatía con toda su clientela. Estoy segura que no somos pocos los clientes agradecidos por toda Lima.
Rollitos o rollones aparte, sobre la fotografía se ha escrito y meditado inagotablemente.
Una pasión, que a unos confunde y a otros contagia hasta perder lucidez. Surgen especializaciones, las técnicas se suceden una tras otra. Aplicadamente ahora coleccionas aplicaciones. El fotoperiodismo es un monstruo útil y en el creativo mundo del arte, la fotografía escaló giga posiciones, en una suerte de ascenso sobresaturado.
Pronto no se necesitarán más “cámaras” para producir imágenes, de hecho ya no las usas en sentido literal, fotografiarás con tus lentes al estilo google. En paralelo jóvenes y no tan jóvenes movimientos rebeldes como los lomógrafos plantan su huella. Acudir al cuarto del abuelo para realizar un rescate vintage, es ya un clásico de nuestros días.
No quiero hacer más preguntas, tampoco se qué decirle. Me alegra volver a visitar este espacio luego de tanto tiempo. Un gran flashback de colores.
Cuando estoy a punto de partir pregunta Fernando: ¿Esto que vas a escribir tiene un costo para mí?
Claro que no, ha sido un gusto conversar contigo.
Ah ya entiendo, ¿los escribes, luego los reúnes y publicas tu libro?
Jajaja. ¡Buena idea!
PROFESA
Av. Petit Thouars 3231, Lima 27.
Telefono 442 3542